Los ríos de lava del volcán Kilauea en Hawái podrían durar meses o años, y son imposibles de detener


Para los habitantes de Leilani Estates, en Hawái, el mayor deseo es volver a sus casas tras tener que abandonarlas a toda prisa por la erupción del Kilauea. Desgraciadamente, eso no va a ser tan fácil. La lava del mayor volcán de la isla sigue fluyendo, y los científicos no tienen ni idea de cuando parará.

La lava salió a la superficie desde varias grietas de la isla la semana pasada, pero el fenómeno llevaba gestándose desde 1983. Es el número 62 de una lista de eventos todos producto de la misma erupción, que lleva décadas en desarrollo.

Ni muros, ni agua... ni explosivos

Si lleva décadas en desarrollo, ¿Por qué nadie ha intentado detener los flujos de lava o canalizarlos? La realidad es que, contrariamente a lo que hemos visto en decenas de películas muy malas, la lava de una erupción volcánica no se puede detener de ninguna manera. Aunque a la vista parezca una miel espesa, lo cierto es que no se comporta como la miel, ni como el agua. Su densidad es la de la roca. En otras palabras, si construimos un muro de contención, sencillamente se lo llevará por delante a base de toneladas de fuerza bruta. En Italia lo saben bién. En 1983, un flujo de lava proveniente del Etna se llevó por delante un muro de contención que tenía 18 metros de altura y 10 de grosor.
En 1935, el director del observatorio de vulcanismo de Hawái, Thomas Jaggar, propuso bombardear los tubos de lava para detener su flujo. Se llegó a poner en práctica, pero la lava sencillamente llenaba el cráter producido por la bomba y seguía su curso.
La lava detenida en una calle de Vestmannaeyjar en 1973
Photo: United States Geological Survey
Enfriarla tampoco funciona. La lava fluye a más de 1.00o grados Celsius. Arrojarle agua solo sirve para enfriar una fina capa superficial antes de que el agua se convierta en vapor. El resto seguiría su curso, inexorable. Solo hay una caso en el que este sistema aparentemente tan lógico haya funcionado. En 1973, los habitantes de la isla Haimey usaron cañones para bombear agua sobre la lava del volcán Eldfell. Su objetivo era salvar la ciudad de Vestmannaeyjar.
Lo lograron, pero tuvieron que bombear 6.800 millones de litros de agua de mar. Para cuando lograron detener la lava, esta había arrasado una quinta parte de la ciudad, y si lo lograron fue solo porque la lava del Eldfell fluía mucho más lentamente que la del Kilauea y la temperatura del agua de mar era muy baja.
Nada de esto es posible en Hawái. La lava proviene de diferentes grietas y, de hecho, se están abriendo otras nuevas, lo que hace imposible cualquier esfuerzo de contención, por desesperado que sea. Es más barato huir de la lava, esperar a que termine y reconstruir.

Un desastre sin fecha de caducidad

El problema es que los científicos ni siquiera saben cuándo llegará el momento de regresar y reconstruir. El vulcanólogo Erik Klemetti, de la Universidad Denison compara el sistema de tubos de lava del volcán con los de un conjunto de tuberías a alta presión que un día revientan. No se puede predecir en qué punto lo harán, y tampoco cuánta lava tiene que salir antes de que la presión se equilibre y el volcán vuelva a entrar en un periodo de reposo.
De momento hay 12 fisuras que están escupiendo lava en la región más afectada de la isla. Para cuando decidan parar, quizá los vecinos de Leilani no tengan nada a lo que regresar.

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