En esta historia existieron varios momentos surrealistas, aunque probablemente el colmo se tuvo que vivir en el interior de los juzgados. Durante varias semanas los jueces tuvieron que dirimir si los muñecos que tenían delante parecían humanos. Sólo así pudieron dictaminar que los X-Menno son de este planeta.
El relato se remonta al año 1993, momento en el que los abogados Sherry Singer e Indie Singh encontraron una disposición muy interesante para uno de sus clientes. Se trataba de un libro de clasificaciones arancelarias federales donde explicaban la diferencia entre “muñeco” y un “juguete” de cara a los impuestos.
Resulta que un “muñeco” sólo podía ser una representación de un humano, por ejemplo una Barbie o Ken. En cambio, un “juguete” incluía cualquier otra cosa como un robot, un monstruo, un demonio… cualquier cosa no humana. Normalmente esto no dejaría de ser un tecnicismo, pero resulta que había una gran diferencia marcada entre un muñeco y un juguete de cara al fisco.
¿Cómo? Cuando una empresa importa una muñeca para vender en los Estados Unidos, esta se gravan en un 12%, mientras que los juguetes se ubican en 6.8%. Así fue como los abogados observaron que tal distinción podría ser un gran beneficio financiero para su cliente: Marvel Entertainment, quienes a su vez tenían una participación de propiedad en ToyBiz.
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