Oficiales
de seguridad golpearon la puerta de su casa de California. "¿Es
usted Barry O'Beirne? Queda detenido". El hombre que miró resignado a
quienes llamaron a su vivienda sabía que nadie creía que ese fuera su verdadero
nombre. Y que la verdadera historia estaría por revelarse.
Tras
esa identidad se ocultaba la realidad sobre quién era. Se trataba de William Howard Hughes. Y
durante 35 años supo que alguna vez esa escena podría producirse.
Cuando
el 17 de julio de 1983 Hughes decidió desertar, telefoneó a sus padres.
Les contó que debía volar a los Países Bajos para una misión. El capitán
de la Fuerza Aérea norteamericana había sido asignado para ayudar a la OTAN
en sus sistemas de vigilancia aérea, materia de la que era experto.
La
misión era ultrasecreta y el capitán de 33 años contaba con información super
confidencial. Regresaría a su país el 1 de agosto de aquel año.
Pero
cuando regresó de Europa, fue el último día en que alguien lo vio. Y a
partir de entonces se convirtió en el hombre más buscado por aquella
institución de los Estados Unidos.
Hughes estaba
asignado al Centro de Evaluación y Prueba Operacional de la Fuerza Aérea,
en Kirtland donde sus funciones incluían la planificación y análisis
clasificados de los sistemas de comando, control y vigilancia de comunicaciones
de la OTAN.
Cuando
no se reportó en su base de Kirtland a la vuelta de la misión en los Países
Bajos, las autoridades comenzaron a buscarlo. Hallaron su automóvil en el aeropuerto
de Albuquerque. Requisaron su vivienda, pero no encontraron nada extraño.
Ni fuera de lugar. Incluso, había dejado una lista con libros que pretendía
leer cuando regresara.
La
investigación continuó y descubrieron que en los días previos a su programado
viaje, Hughes había sacado de diferentes sucursales bancarias 28 mil
dólares. En la Fuerza Aérea comenzaron a sospechar lo peor: era
un agente reclutado por la Unión Soviética y que se había fugado con
información ultra secreta.
Su
familia, defendiéndolo, insistía en otra posibilidad: había sido secuestrado.
Sin embargo, el 9 de diciembre de 1983 la Fuerza Aérea lo declaró
formalmente desertor.
Y las historias y teorías conspirativas no tardaron en
tenerlo como protagonista estelar. Incluso, las más trágicas. Una serie de catástrofes
de la NASA, como el accidente del transbordador Challenger,
en 1986, por ejemplo, ocuparon espacios incalculables diciendo que había sido
parte de un sabotaje de la Unión Soviética. Y que en tal sentido, habían
podido hacerlo gracias al aporte de un desertor: Hughes.
Cuando llamaron en su vivienda californiana, los
oficiales no buscaban al desertor, sino a un sospechoso por falsificación de
pasaportes. El 5 de junio el Servicio de Seguridad Diplomática del
Departamento de Estado entrevistó a un individuo que afirmaba ser Barry
O'Beirne. Pero ante las inconsistencias de su declaración, finalmente confesó:
"Mi verdadero nombre es William Howard Hughes Jr. y deserté de la
Fuerza Aérea en 1983".
La historia sobre un posible agente de inteligencia
que había decidido trabajar para el otro bando en plena Guerra Fría fue
expuesta en los diarios Los Angeles Times y The New York Times en 1986.
Según una fuente del mundo del espionaje, no estaba claro si Hughes
había desertado por su cuenta o si había sido secuestrado por los soviéticos.
"Vale su peso en oro para los rusos en
términos de la futura Guerra de las Galaxias", comentó la
fuente al periódico neoyorquino. Tal era el potencial intelectual y de
sabiduría del capitán de la Fuerza Aérea.
De acuerdo con la Oficina de Investigaciones
Especiales de aquella arma, durante su declaración, Hughes contó por qué
decidió abandonarlos. Estaba deprimido y esa fue la única
manera que encontró de dejar la fuerza. Por tal motivo decidió inventar una
identidad ficticia, mudarse a California y no regresar nunca más.
Hasta el momento, la Fuerza Aérea dijo no
tener evidencias respecto a si Hughes había filtrado al enemigo
información confidencial. Lo hizo por medio de su vocera, Linda Card. "Hasta
que no tengamos la historia completa, no tenemos esa historia", dijo
al diario Albuquerque Journal.
Ahora, el oficial enfrenta cargos que lo podrían confinar a cinco
años de prisión. Lo hace en la Base Travis de la Fuerza Aérea en Fairfield.
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