El estrés, el alcohol o el sobrepeso afectan negativamente a la posibilidad de tener hijos. Querer concebir y no poder. La infertilidad es un problema que, en la actualidad, se calcula afecta a unos 70 u 80 millones de parejas en todo el mundo. Y aunque es la edad materna avanzada la que a día de hoy se considera uno de los principales factores epidemiológicos, existen también otros aspectos relacionados con los hábitos de vida de los padres que pueden influir, y mucho, en nuestra capacidad de tener hijos.
En este sentido, el Grupo de Interés de Endocrinología Reproductiva ha editado el libro ‘Estilo de vida y fertilidad’, un manual de hábitos saludables en el que 26 especialistas analizan los factores que afectan a la fertilidad, y que han acompañado de un decálogo en forma de folleto, que se distribuirá a través de 900 clínicas ginecológicas con el fin de que las conclusiones del libro lleguen al público general.
Reducir el nivel de estrés, realizar una actividad física moderada, no consumir drogas ni alcohol y evitar la obesidad así como el bajo peso son algunas de las recomendaciones básicas y a nuestro alcance. El frenético ritmo de vida de las sociedades modernas genera elevados niveles de estrés, que pueden provocar o empeorar una situación de esterilidad. Una pescadilla que se muerde la cola, especialmente cuando son las técnicas diagnósticas y los tratamientos de fertilidad los que provocan elevados niveles de estrés en la pareja, con el consiguiente impacto en su vida social y en la relación de pareja.
En esta línea, el sobrepeso sería otro de los factores ambientales determinantes en reducir la calidad y la maduración ovocitaria en las mujeres. Según estimaciones de la OMS, en el año 2015 2,3 billones de adultos en el mundo tendrán sobrepeso, y más de 700 millones serán obesos, afectando a la capacidad fértil de ambos miembros de la pareja y propiciando una tasa de implantación menor, así como una mayor proporción de abortos.
Otros agentes que está en nuestra mano controlar: el tabaquismo y la ingesta de café o alcohol. Mientras que en el varón el consumo crónico de alcohol puede producir atrofia testicular, en la mujer es posible llegar a dar lugar a amenorrea y disminución del tamaño ovárico. El tabaco, por su parte, contiene más de 4.000 componentes, algunos con claros efectos tóxicos: la mujer fumadora tiene menos gestaciones, y tarda más tiempo en conseguirlas que la no fumadora. En los hombres, por su parte, el consumo de tabaco podría disminuir la concentración y movilidad de los espermatozoides, afectando igualmente a su capacidad reproductora.
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