La ruptura del gigantesco bloque de hielo A-68 y su separación de la placa de hielo Larsen C en la Antártida ha tenido un efecto inesperado. La estrecha franja de mar que va creciendo a medida que se separa es la puerta de entrada a un ecosistema desconocido,
y los científicos ya se preparan para visitarlo.
Los cerca de 5.800 kilómetros cuadrados que el enorme iceberg ha destapado al desprenderse llevan sin ver la luz del Sol cerca de 120.000 años según los cálculos de los biólogos del centro British Antarctic Survey (BAS). Además, su conexión con mar abierto era muy tenue, a través solo de pequeñas corrientes entre el hielo.
En otras palabras, es un entorno que puede albergar criaturas que nunca se han visto en los últimos 120.000 años. Lo mejor parte es que la franja marina que ha dejado el A-68 se acaba de convertir automáticamente en un espacio protegido gracias a un tratado internacional de 2016 que protege precisamente este tipo de zonas en las que los Icebergs se desprenden de la placa de hielo principal.
Desde hoy está completamente prohibida la pesca y el turismo en esa zona. Solo los científicos pueden visitarla, y ya se están preparando para hacerlo. Solo ha habido dos ocasiones anteriores en las que la ciencia ha podido estudiar una zona cibierta por un gran bloque de hielo, y en ambos casos los biólogos tardaron tantos años en llegar que la zona ya había sido colonizada por especies del exterior.
Esta vez será diferente. La BAS ya está preparando una expedición. De momento no están seguros de lo que encontrarán. Las hipótesis barajan un tipo de ecosistema muy parecido a las profundidades abisales, pero puede que nos llevemos alguna sorpresa. De momento, servirá para averiguar también como evoluciona una zona así cuando se ve sometida a un cambio tan brutal. [vía Gizmodo]
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