De las amenazas cruzadas por
el uso de los "botones nucleares" a una cumbre entre ambos líderes en
Singapur mediaron menos de seis meses. ¿Qué
cambió en la península coreana para que el líder supremo del Norte,
Kim Jong-un, aceptara la desnuclearización y buscara el restablecimiento de
relaciones con los Estados Unidos y con Donald Trump?
Los cruces de enero ocurrieron al final de un año marcado por
la sexta prueba nuclear exitosa y los numerosos ensayos de misiles balísticos
intercontinentales de Corea del Norte, así como
los constantes ejercicios militares entre los Estados Unidos y Corea del
Sur y los patrullajes aéreos de bombarderos nucleares de Washington.
Fue de
hecho Corea del Norte la que desestimó en los años anteriores el acercamiento
con sus viejos enemigos, y fue Pyongyang la que inició los
contactos este año e incluso envió a su equipo de
atletas a los Juegos Olímpicos de Invierno en PyeongChang, Corea del Sur.
Como recuerda Kim
Tong-huyng en un reciente reporte de AP, la
actitud norcoreana al diálogo parece haber fluctuado en relación con el éxito
de su desarrollo de armas nucleares, a las cuales el
régimen ve como un elemento disuasivo orientado a Estados Unidos.
Y más específicamente al éxito y fracaso de sus misiles balísticos, la
tecnología necesaria para transportar estas ojivas nucleares a grandes
distancias.
En 2016,
por ejemplo, los reiterados fracasos en las pruebas
del misil de alcance intermedio Musudan coincidieron con un llamado, aunque
tibio, a establecer negociaciones en el plano militar con
Corea del Sur.
Un año
después, en cambio, el régimen probó con éxito su primer ICBM (Misil balístico
Intercontinental, con la capacidad de atacar a los Estados Unidos y Europa) y
desestimó todos los caminos diplomáticos en un rapto de júbilo militarista. Dos
de estos misiles incluso volaron sobre el territorio de Japón, provocando el
pánico.
A los ojos del régimen,
Corea del Norte no solo contaba con armas nucleares, incluso termonucleares,
sino también con los medios de alcanzar a todos sus enemigos. Parecía ser la carta
disuasiva que había estado buscando durante décadas la
que podía asegurar la supervivencia de la dinastía Kim mediante la amenaza de
costos impagables para un ejército invasor.
No todo
es lo que parece
Pero la
confianza norcoreana golpeó de lleno contra varios obstáculos justo a final del
año pasado, y a medida que los Estados Unidos
parecían aumentar su preparación y despliegue militar como posible antesala a
una acción.
A comienzos
de 2018 y tras el anuncio de un posible encuentro con Trump, Kim anunció que suspendía
sus pruebas nucleares en señal de buena fe y que destruiría el sitio de
pruebas Punggye-ri, ubicado en una cadena montañosa
en el noreste del país.
Tiempo
después mostró al mundo la destrucción física de Punggye-ri en
espectaculares videos divulgados por sus agencias de noticias. En
tiempo récord y sin monitoreo del Organismo Internacional de Energía
Atómica (OIEA), que depende de la ONU.
0 Comentarios