Adrián está tratando de establecerse en su tercera ciudad nueva desde 2016, cuando su esposa fue violada y su madre fue asesinada en Haití. Irá a cualquier parte menos a casa.
”¿Por qué nos envían de regreso a Haití?” dijo afuera de un hotel mexicano barato a cuadras de la frontera con El Paso, Texas, donde vivía con su esposa y otros 20 haitianos el mes pasado. “No tenemos nada allí. No hay seguridad... Necesito una solución para que no me envíen de regreso a mi país”.
Los haitianos se regocijaron cuando el titular del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos Alejandro Mayorkas anunció el mes pasado una extensión de 18 meses en las protecciones para los haitianos que viven en el país, citando serias cuestiones “de seguridad, malestar social, un aumento en los abusos de derechos humanos, pobreza paralizante y falta de recursos básicos”, agravados por la pandemia de COVID-19.
El indulto beneficia a unas 100,000 personas que llegaron a Estados Unidos después del devastador terremoto de 2010 en Haití y son elegibles para acogerse al Estatus de Protección Temporal, un programa que brinda un refugio temporal a las personas que huyen de países con conflictos civiles o desastres naturales.
Mayorkas precisó que esto no aplica a los haitianos que están fuera de Estados Unidos y dijo que aquellos que ingresen al país podrían ser enviados de regreso a casa. Para calificar, los haitianos debían estar en Estados Unidos para el 21 de mayo.
Algunos defensores de los migrantes están preocupados porque la administración de Joe Biden ha aumentado drásticamente los vuelos de repatriación a Puerto Príncipe, la capital de Haití. El gobierno contrató 14 vuelos en febrero y 10 en marzo, más que cualquier otro destino, antes de reducirse a seis vuelos en abril, según Witness at the Border, un grupo de defensa que rastrea los vuelos del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés).
Las deportaciones siguen a pesar de las crisis políticas y humanitarias de Haití citadas por funcionarios estadounidenses en su decisión de extender el Estatus de Protección Temporal. Los secuestros se han convertido en algo habitual. La UNICEF alertó que la desnutrición infantil se podría duplicar este año como consecuencia indirecta de la pandemia en un país donde 1,1 millones de personas ya padecen hambre.
Adrián, quien habló con la condición de que no se publique su apellido para proteger la identidad de su esposa, se encuentra entre las legiones de haitianos que huyeron de la nación caribeña después del terremoto de 2010. Muchos inicialmente escaparon a Sudamérica.
En Tijuana, México, al otro lado de la frontera con San Diego, han abierto restaurantes haitianos que sirven mangos y puré de plátanos. Las fábricas que exportan a Estados Unidos han reclutado haitianos, quienes también sirven mesas y adoran en congregaciones que han agregado servicios en criollo.
En los últimos meses, algunos haitianos se han mudado de Tijuana a Ciudad Juárez, otra gran ciudad fronteriza con trabajos en fábricas orientadas a la exportación. Van en busca de mejores perspectivas laborales, las esperanzas de menos discriminación racial y la tentación de cruzar, según ellos, tramos de frontera menos vigilados.
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