Imaginemos un lugar en el planeta donde al llegar no reconociéramos los animales que allí habitan, un espacio donde nuestro primer encuentro con la naturaleza sería pensar que estamos ante un sueño lisérgico o una mala resaca. Ese sitio existe y se llama Socotra, un lugar donde lo extraño es lo normal.
La isla de Socotra, también llamada Socotora, forma parte de un archipiélago formado por cuatro islas en el océano Índico. Geográficamente se encuentra a 250 km al este del cabo Guardafui y a 350 km al sureste de las costas de Yemen (país al que pertenece). Un lugar en el planeta único, tanto es así que en su interior nos encontramos con la presencia de alrededor de 700 especies únicas en todo el mundo, razón por la que el archipiélago fue inscrito como Patrimonio de la Humanidad de la Unesco en el año 2008.
El aislamiento geográfico, clave para la biodiversidad
Foto: Oleg Znamenskiy / Shutterstock
Socotra es la isla principal del archipiélago con alrededor de 3.600 kilómetros cuadrados de superficie, junto a esta se encuentran las pequeñas islas Abd Al Kuri, Samha y Darsa. Un enclave hasta hace poco alejado de casi todo, principalmente por su clima árido y semiárido tropical monzónico. Por esta razón entre los meses de junio a septiembre la isla era prácticamente inaccesible por la fuerza del viento y potente oleaje.
Foto: Dunas de arena blanca. Oleg Znamenskiy / Shutterstock
La isla es también uno de los puntos más aislados del mundo. Hasta el año 1999, a las complicaciones para llegar hasta ella por los monzones, había que sumarle que sólo se podía acceder en barco. En julio del 99 abrió por fin el nuevo aeropuerto y la mayoría de los habitantes de la isla han vivido durante generaciones sin electricidad, agua corriente ni mucho menos carreteras pavimentadas.
Foto: Árbol Pepino en Socotra. Alex7370 / Shutterstock
Este aislamiento geológico es precisamente el que hace que Socotra sea tan especial, eso y las fuertes temperaturas con un intenso calor y falta de agua, una combinación de la que ha salido una flora endémica única, extremadamente vulnerable a los cambios y que hace que alrededor de las 800 plantas que pueblan el área de la isla sean endémicas.
Diversidad biológica, Pandora en el planeta Tierra
Foto: Neophron percnopterus. Vladimir Meinik / Shutterstock
Uno de los grandes peligros en la isla es la posibilidad de que todo lo que hoy la rodea se pierda en poco tiempo. Estudios realizados sobre su fragilidad sitúan a Socotra entre las 10 floras isleñas con mayor peligro de desaparición en el mundo. Esa flora endémica creada a partir de su diversidad biológica, inusual y espectacular, es vulnerable a las especies introducidas (como las cabras) y al propio cambio climático en el tiempo.
Foto: Dragon Tree. Sunsinger / Shutterstock
De entre las maravillas que podemos encontrar en la isla se da el Dracanea cinnabari, quizá la planta más famosa, un árbol espectacular y extraño, una obra de la naturaleza que recuerda en su forma a un paraguas. Es solo un ejemplo y en las imágenes nos podemos hacer una idea, pero estamos ante un espacio natural donde más de un tercio de las más de 800 especies de plantas no las podemos encontrar en ningún otro lugar del planeta.
Foto: Naeblys / Shutterstock
El estampa típica de Socora se llama Dendrosicyos socotrana, o como se ha denominado más comúnmente, el árbol pepino que puebla los acantilados y las colinas de las montañas. Lo mismo ocurre con la fauna, casi igual (aunque no llega en número) a la flora. Se piensa que la isa tiene alrededor de 140 especies distintas de aves, de las cuales como mínimo 10 no se han visto en otro lugar (por ejemplo el Cormorán de Socotra).
Foto: Ovchinnikova Irina/ Shutterstock
Queda por saber el futuro que le espera a la isla y sus habitantes. Si bien se prevé un esfuerzo por mantener esa flora y fauna de otro planeta, el caso de los habitantes es bien distintos. La película documental del director Carles Cardelus, Socotra: The Hidden Land, nos explicaba hace un tiempo cómo es posible que los residentes en la isla puedan subsistir aislados como han estado durante siglos. Unos habitantes con sus propias creencias centenarias al que el impacto de la llegada del “hombre” podría hacerlos desaparecer.
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