1805, el opio y la adicción al alcohol se habÃan convertido en una durÃsima adicción. Ese mismo año, el quÃmico alemán Friedrich Serturner intenta poner remedio experimentando con su propio cuerpo. Fueron las 72 horas que dieron origen al descubrimiento y aislamiento del principio activo de la morfina.
No fue el único descubrimiento de este pionero. Gracias a Serturner se consiguió formular el concepto de alcaloide. Y aunque no lo parezca, el experimento que llevó a cabo durante esas 72 horas con tres amigos serÃan el comienzo de algo mucho más grande. El mundo entero acabarÃa viendo la problemática en torno al uso de ciertos medicamentos, lo que finalmente supondrÃa la entrada de leyes y regulaciones. HabÃan llegado lo que comúnmente llamamos “drogas duras”.
Al principio fue el opio
Se calcula que desde hace al menos 7.000 años los humanos han cultivado laplanta del opio o adormidera (Papaver somniferum). Se trata de una planta herbácea anual cuya composición quÃmica es de un 10/20% de alcaloides, 5/6% de materias minerales y 20% de azúcares y ácidos orgánicos. Estos altos contenidos en alcaloides son la razón por la que ha sido usada para fabricar opio o para que la industria farmacéutica posteriormente la tenga como fuente de drogas como la morfina y la codeÃna.
Las primeras menciones al opio se registraron en las tablillas sumerias del tercer milenio a. de C a través de lo que se interpretaba como “felicidad” (Gil), con representaciones de la adormidera. Más tarde se traspasarÃa el conocimiento de su cultivo a sirios y babilonios. Finalmente comenzarÃan los primeros empleos médicos, probablemente en el Antiguo Egipto (a través de muchos jeroglÃficos) donde se explica y recomienda el opio como calmante y analgésico.
En España encontramos también otro hallazgo con respecto a la planta. Concretamente en las cercanÃas de Granada, en la llamada Cueva de los Murciélagos, lugar donde se encontraron cápsulas de la planta que databan del 4.200 a.C.
Ya en la Edad Media llegaba la primera prohibición. Y es que nos encontramos en una época donde todo lo que provenÃa de oriente era considerado demonÃaco, por tanto el opio fue prohibido en Europa, aunque el desarrollo de la navegación re-introdujo la droga a finales del S.XV y principios del XVI. En este caso la historia habla de los navegantes portugueses como los primeros que probablemente fumaron el opio, lo que derivarÃa en unos efectos inmediatos a diferencia de su ingesta o beberla.
En 1522 aparece la figura de Teofrasto Paracelso, un alquimista, médico y astrólogo suizo, con la creación del láudano. Hablamos de una de las figuras más contradictorias de la historia de la medicina. Un hombre cuya búsqueda de “lo nuevo” y su continua lucha y oposición a la tradición y remedios heredados de tiempos antiguos le convirtieron en uno de los primeros médicos modernos, un adelantado a sus contemporáneos. Ese mismo año desarrolla el láudano, una mezcla alcohólica en base al opio a la que el mismo Paracelso describÃa como analgésico extremadamente potente, razón por la que debÃa usarse con moderación.
Desde ese mismo momento el láudano fue utilizado hasta el S.XIX para tratar una gran variedad de enfermedades. Varios siglos donde poco a poco se fue tomando conciencia de la adicción que podÃa llegar a producir el opio. Y es justo aquà cuando aparece la figura de Serturner.
Serturner y el descubrimiento del principio activo de la morfina
Friedrich Serturner (1783-1841) fue un quÃmico y farmacéutico alemán que se interesó por los efectos del opio desde muy temprano. A los 16 años ya fue aprendiz de farmacéutico y en 1809 ya tenÃa su primera farmacia. Cuatro años antes y mientras estaba en perÃodo de aprendizaje, Serturner decide al igual que muchos quÃmicos de la época tratar de aislar los principios activos de las plantas.
En este caso realiza un trabajo de dos años de duración que le lleva hasta el descubrimiento de la “morfina”, un trabajo que la mayorÃa de colegas rechazan y no dan por válido, asà que recurre a la única fórmula que harÃa de su descubrimiento un hallazgo oficial: decide llevar a cabo una experimentación pública sobre él mismo y tres amigos que se prestan. La idea: demostrar que la sustancia que habÃa aislado era de hecho la responsable de las acciones del opio.
El trabajo que habÃa comenzado anteriormente estaba basado en sus observaciones, las cuales indicaban que algunas muestras tenÃan un claro efecto de adormecer el dolor, mientras que otras muestras no lo conseguÃan. El quÃmico imaginó que el opio debÃa contener algo que podrÃa contrarrestar el dolor, pero que no podrÃa funcionar a menos que la dosis fuera lo suficientemente alta. El uso del amoniaco para separar el opio en sus componentes básicos aisló lo que más tarde llamarÃa morfina. Pero como decimos, el hallazgo no estaba fundamentado en una prueba sólida para la época.
Antes de poner a prueba su cuerpo comienza las primeras dosis con ratones y perros que encontraba en su vecindario. Todos morirÃan en el camino, pero Serturner no se da por vencido. TenÃa claro que estaba en lo cierto, asà que pasa a probar su compuesto junto a tres amigos. La teorÃa en este caso estaba clara: esta era la única forma de poner a prueba su estudio, además, los cuatro podrÃan describir claramente lo que estaba pasando y lo que sentÃan.
Asà que con 20 años repartió una primera mezcla de morfina y alcohol entre los participantes. El experimento y sus efectos duraron tres dÃas. Al final del mismo tanto él como sus tres amigos habÃan consumido alrededor de 10 veces lo que ahora se podrÃa recomendar para una sola dosis de morfina.
De sus escritos se relata un proceso donde experimentaron náuseas, fiebre y mareos. Serturner llegó a pensar que con el experimento estaban envenenados, razón por la que tomaron vinagre con la finalidad de inducirlos al vómito violento. Luego pasaron por un proceso descrito como un “largo sueño”. Finalmente relataba los efectos secundarios de la morfina: dolores de cabeza, de estómago y una fatiga extrema que se prolongarÃa durante varios dÃas.
Serturner logró su propósito de oficializar el hallazgo, habÃa aislado el principio activo de la morfina. No sólo eso, la propia experimentación le dio el nombre a la droga opiácea en honor al dios griego de los sueños, Morfeo, debido al profundo efecto de sueño intenso. AsÃ, en 1817 Serturner comercializa la morfina como analgésico, pasando a ser el primer tratamiento para la adicción del opio y el alcohol.
Si decÃamos al comienzo que su experimento fue histórico fue por las consecuencias que se produjeron a raÃz del mismo. La morfina se convirtió en el primer tratamiento de varios sÃntomas en la medicina. El uso masificado de ella produjo la aparición de las agujas hipodérmicas en 1843, lo que permitÃan unos efectos instantáneos y más potentes que su suministro oral. Con ella llegó la primera vÃctima por sobredosis haciendo uso de las agujas.
En 1878 se aislaba un opiáceo gracias a la acetilación del clorhidrato de morfina, con lo cual se obtuvo diacetilmorfina. Dicho asÃ, la mayorÃa no entenderá que importancia tenÃa, pero es que en 1898 la diacetilmorfina fue comercializada por Bayer bajo el nombre de... heroÃna. SÃ, la heroÃna fue en su momento “propiedad” de Bayer, y sÃ, también fue comercializada como un sedante para la tos y/o como sustituto de la morfina pensando que era menos adictiva. HabÃa nacido por tanto una de la grandes lacras en cuestión de drogas semisintéticas de consumo, y derivada de la misma morfina (originada a su vez a partir de la planta de opio).
Los avances tecnológicos de la quÃmica descubrÃan más tarde que tanto los opiáceos como sus derivados producÃan una fuerte adicción. Como resultado, a comienzos del S. XX llegaban las primeras regulaciones y control de sustancias.
Hoy la morfina sigue siendo un analgésico para aliviar dolores agudos, aunque su utilización decrece conforme han llegado otras drogas sintéticas menos adictivas. En cuanto a Serturner, en 1831 recibió el premio Monthyon de la Academia de las Ciencias en ParÃs por haber hallado la naturaleza alcalina de la morfina. Un importante reconocimiento con premio económico por su trabajo y experimentación del que no se tienen registros ni se sabe si llegó a compartir con esos tres “valientes” amigos.
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