Septiembre de 2021 marcó el segundo centenario de la independencia de El Salvador y el mes más complicado hasta ahora para Nayib Bukele, que en diciembre llega a la mitad de su mandato constitucional. Cuestionado por primera vez en la calle, a pesar de su aún saludable popularidad, y con escándalos de corrupción cercándolo por todos lados, el “presidente cool” no ha dudado en mantener la confrontación como única respuesta a sus críticos.
El fin de semana que siguió a la marcha multitudinaria del 15 de septiembre, las arremetidas de Bukele contra sus opositores no pararon.
El formato de los ataques suele repetirse. Primero, Bukele usa su megáfono en redes sociales para lanzar alguna acusación, luego, diputados, ministros, youtubers, troles o medios con apariencia noticiosa y financiados con fondos públicos profundizan el ataque.
La primera táctica de Bukele y los suyos para intentar restar importancia a la marcha fue criminalizar a quienes en ella participaron. El domingo 19 de septiembre, a las 7:33 p.m., el presidente usó su cuenta de Twitter para acusar a William Gómez, un directivo de la Asociación de Periodistas de El Salvador (APES), de dar instrucciones para vandalizar propiedad privada durante la marcha del 15; Bukele acompañó el tuit de cuatro fotos, tres de Gómez, quien lleva el cabello largo, y otra de una persona, también con cabellera larga, en la marcha.
Al tuit del presidente lo acompañó el aviso de tres diputados oficialistas, difundido a través de la cuenta oficial de Twitter de la Asamblea Legislativa, de que acudirían el lunes 20 de septiembre a la Fiscalía General, dirigida por un abogado impuesto por Bukele, a poner una denuncia criminal contra supuestos financistas de las marchas a los que no identificaron. Al final, los diputados desistieron.
Gómez y la APES desmintieron a Bukele.
“La persona que aparece en los videos (mostrados por el entorno de Bukele) claramente no es él, como se constata, por ejemplo, porque William tiene tatuajes en el brazo izquierdo y la persona que dicen que es él no los tiene. No solo es parte de los intentos de contrarrestar la marcha sino de la nueva ofensiva contra organizaciones de sociedad civil y periodistas”, dijo a Infobae Nelson Rauda Zablah, periodista del medio independiente El Faro y directivo de APES.
La iglesia católica también sufrió el ataque según el manual.
El 12 de septiembre, los obispos salvadoreños publicaron un comunicado en el que cuestionan las reformas constitucionales encaminadas a posibilitar la reelección porque “vulneran” la democracia. Acto seguido, un diputado oficialista pidió en un tuit que los “curas” vuelvan a las “iglesias”, un lenguaje muy similar al utilizado por la extrema derecha salvadoreña en los años 70 y 80, cuando decenas de religiosos católicos fueron asesinados.
Ese manual toma, cada vez más, elementos de otros presidentes latinoamericanos que, como Bukele quiere, se han quedado en el poder más tiempo del que permiten sus constituciones o, ante las críticas, han colgado la etiqueta del enemigo interno a periodistas, líderes sociales y políticos de oposición sin distingos. Como Juan Orlando Hernández en Honduras, Nicolás Maduro en Venezuela o Daniel Ortega en Nicaragua.
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