Tiene unos 100 kilómetros de largo por 10 de ancho y aún no lo han bautizado de manera oficial, pero en su interior podría albergar especies animales desconocidas. Se trata de un nuevo lago descubierto bajo el hielo de la Antártida cuyas aguas han permanecido aisladas durante millones de años.
No es la primera vez que se descubre un fenómeno natural semejante. El nuevo lago sería el segundo en tamaño tras el lago Vostok, una descomunal masa de agua subglacial que también está en la Antártida. Aunque este lago es más pequeño, tiene una ventaja importante respecto a su contrapartida rusa: está a solo 100 kilómetros de una estación de investigación, lo que facilitará mucho perforar el hielo para acceder al lago.
Aunque los indicios de la existencia del lago se han presentado esta semana en Viena, aún no se demostrado sin lugar a dudas que sea un lago y que haya permanecido aislado todo este tiempo. Esta falta de concreción es algo típico del continente helado. Los primeros indicios del lago Vostok datan de 1959 y su existencia no se confirmó hasta 1993.
¿Por qué un lago bajo el hielo interesa tanto a los biólogos? La razón es que se trata de una reserva de agua fósil que probablemente albergue formas de vida de hace millones de años. Vostok se ha perforado dos veces (en 2013 y 2015) y los biólogos rusos que han estudiado el agua obtenida en esas perforaciones aseguran haber encontrado más de 3.500 cadenas de ADN de las que algunas no se corresponden con ningún organismo terrestre conocido. Lamentablemente, extraer agua de un lago a 3.768 metros bajo la capa de hielo no es tarea fácil, y la comunidad científica puso en duda los resultados de estas expediciones por supuestos fallos en el aislamiento de las muestras.
Si se confirma la existencia de este nuevo lago, supondría una oportunidad de oro para estudiar un ecosistema extremo que arrojaría claves sobre lo que podríamos encontrar bajo el hielo de satélites como Europa o Encelado.
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